EL FACTOR CULTURAL Y LA NUEVA ILUSTRACIÓN Por: Martin Guerra[1]. Caracas, 13 de setiembre de 2008. Un viejo poema del checo Rainer María Rilke, "Primera Elegía de Duino", nos coloca ante la visión del dolor ante la muerte, no tanto por morir sino por dejar de hacer lo que recién se ha cultivado. Rilke dice: "Cierto, es extraño no habitar más la tierra, /no ejercer más los usos apenas aprendidos, /no dar a las rosas y a otras cosas que fueron/el significado del humano futuro". Vivimos una época en donde la muerte amenaza en cualquier momento a casi la mitad de la población mundial, que son los que viven en extrema pobreza, de los cuales los latinoamericanos constituimos casi el 10%. Y esa es una cifra muy grande. Muchos dirán y es cierto, que ha habido épocas en la historia en donde la tasa de mortalidad ha sido increíblemente más alta que la actual, sin embargo en aquellas épocas el desarrollo de la tecnología y los planteamientos de formas sociales de convivencia no eran los de ahora. Así que, siendo justos, con toda la riqueza que hay en el planeta es patético que la muerte ronde a tantos por hambre y miseria. Pero, también vivimos una edad de la vida, porque en nuestro continente millones de personas explotadas, marginadas y desposeídas están trabajando por un mundo nuevo. Y vivir por eso es la más completa forma de vivir. Los procesos de cambio liderados principalmente por Cuba, Venezuela y Bolivia, nos hacen reflexionar sobre la capacidad que necesita el movimiento popular para poder enfrentar la ideología de la derecha. A veces, en algunas fases de estos procesos revolucionarios se ha perdido la guerra de conciencias. Nos referimos a cuando el supuesto revolucionario utiliza la revolución para enriquecerse, o los casos más triviales en apariencia, pero fundamentales en el fondo, como por ejemplo, la dejadez y mediocridad de algunos dirigentes frente al trabajo político y la incapacidad de la base para generar una crítica rotunda que corrija el problema desde la raíz. En Venezuela, hay grandes luchadores, comenzando por el presidente Chávez, que se entregan en cuerpo y alma a la revolución, pero son pocos. En un país que está atravesando por profundos cambios en su estructura política y económica y que tiene además toda la disposición logística proveniente del petróleo, es criticable ver cómo algunos dirigentes viven del proceso y como otros gastan de más, no ahorran, no reproducen y a veces ni siquiera invierten el capital -en cualquiera de sus formas-, para una acción importante. El mismo presidente Chávez ha empezado una crítica muy fuerte contra el despilfarro y la corrupción. Y existe el peligro de una creciente burocracia que termine mediatizando la revolución y alejando a Chávez de las masas. Mal haríamos desde nuestra perspectiva marxista, plantear que el problema es sólo de costumbres, pero haríamos peor al no concebir al fenómeno de la conciencia como un problema material. Recordemos que para Marx, como apunta Korsch, todas las categorías filosóficas, científicas, jurídicas, artísticas, políticas y religiosas, constituían formas sociales de la consciencia. Por eso, hay que diagnosticar de qué sectores de las clases sociales provienen los principales dirigentes de la Revolución Bolivariana y si han roto con sus viejos intereses y costumbres. Aquí es donde adquiere gran importancia el factor cultural. Estas formas sociales de la consciencia se manifiestan a través de lo que llamamos cultura. La derecha ataca los procesos revolucionarios principalmente a través de la esclavitud de la consciencia, que es esclavitud asalariada, enajenación social, consumismo publicitario y tecnológico que profundiza a propósito, la brecha generacional. Por eso es urgente dar la batalla desde el campo de las ideas, pero no sólo en la verbalización de las mismas sino en su implementació n para el desarrollo de problemas concretos y que satisfagan a las grandes mayorías. El aprendizaje del dirigente que aspira a superar el obstáculo de la pereza y la mediocridad, del parasitismo y la burocracia, debe sustentarse entre la práctica y la teoría, entre el predicar y el hacer. No debe dolernos romper con las viejas costumbres, la nueva sociedad, el socialismo requieren de hombres y mujeres nuevos, no podemos esperar a que aparezcan con el socialismo, deben empezar a gestarse desde ahora. Lamentablemente o felizmente, dependiendo de la perspectiva del sujeto, los forjadores de la revolución trabajan más que aquellos que la van a gozar en el futuro y eso merece dedicación y preparación, para no convertirse en un aprieta botones, en un ejecutor inoperante. Usábamos el poema de Rilke para ponernos a reflexionar sobre cómo a veces duele romper con lo que antes era "el significado del humano futuro". La burguesía, los explotadores, nos han educado para ocupar un rol en sus negocios, el más bajo, aquel al cual le es robado su trabajo y que sin embargo mantiene materialmente a la sociedad humana con el mismo. Es necesario entonces una nueva ilustración para arremeter contra el factor cultural tomado por la burguesía y contribuir a forjar consciencia. Aún hay vida en el mundo a pesar del capitalismo, y a diferencia del poema podemos evitar la muerte, pero debemos sí, abandonar la vida pasada y reeducarnos, no en las ideas asimiladas, sino en el método de hacerlo. Muchas revoluciones inician su proceso de educación de las masas luego de la toma del poder. Es necesario hacerlo desde siempre, sobretodo cuando aún el movimiento popular no se encuentra tan radicalizado y es vital sacudirlo. La burguesía europea que se enfrentó a las monarquías y a los señores feudales que sostenían el sistema, crearon la ilustración, y fue creada para su clase, la burguesía. No se hizo la ilustración para el pueblo, aún analfabeta. Es más, en aquella época, diferente a esta, la educación del pueblo se sustentaba en el sermón del cura, el temor a Dios y la creencia en una sociedad inmóvil. La burguesía no se preocupó por cambiar esto sino mucho después, cuando necesitó alterarlo un poquito para especializar a los obreros en los diferentes rubros de la industrializació n. Como el robo de las consciencias se hacía a través de la religión, surge el protestantismo, liberal y pionero a limpiar la consciencia de los pueblos sojuzgada por el Papa. Cambiaron la esclavitud a Dios por la esclavitud del capital. Sin embargo, la ilustración forjó a los principales dirigentes de las revoluciones burguesas. Hoy, en cambio, el proceso es más duro, ya que la burguesía ha educado y formado al pueblo ya no sólo con la religión, sino que maneja todas las categorías que son formas de consciencia. Nuestro proceso debería ser entonces, un proceso de reeducación. Se necesita de una nueva ilustración esta vez al servicio del pueblo, en donde no se perennicen las viejas taras de la clase contra la cual luchamos, las formas de explotación económica del capitalismo, la visión importada del mundo y los falsos deseos que rigen nuestra vida social. Esta nueva ilustración no sólo va a contribuir a la formación política práctica de los revolucionarios, sino, sobretodo a la formación de su conciencia, una consciencia de lucha y de amor por la humanidad. Esto es importante asimilarlo con rapidez, porque la mayor cantidad de dirigentes en América Latina son muy jóvenes y a veces les cuesta dejar de posarse sobre el planeta, como lo hacían antes, y dejar de lado la mayor parte de lo aprendido en esta sociedad equivocada. No vayamos a creer que la reeducación o la nueva ilustración apuntan a la autarquía o al alejamiento del mundo. El problema, no es un problema sólo de contenidos, sino de cómo se viven esos contenidos. Entonces es un problema de la consciencia. Para dejar de creer en el viejo mundo del cual surgimos y dejar de reproducir sus taras, hay que trabajar cuanto antes, porque, como diría otro poeta aún más antiguo que Rilke, el griego Horacio, en sus "Odas, I y II": "Mientras hablamos, habrá huido el envidioso tiempo". Capturémosle cuanto antes, que la derecha acecha y golpea. [1] Miembro de la Comisión Política del Movimiento José María Arguedas (MOVJMA) del Perú. Director del periódico En Marcha. |
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