La Comisión redactora del Documento-Resumen del Aniversario 80, cumple en poner a consideración de los participantes directos y virtuales de la celebración del Aniversario 80 de la Creación Heroica de José Carlos Maríategui y 13 años de la gestión de la IVG-SP, a fin de que se sirvan opinar hasta un día antes de la fecha de celebración, que se llevará a cabo el día martes 7 del mes y año en curso, a hrs. 5.00 p.m. en la Casa Museo Mariátegui, sito en Jr. Washington Nº 1938-1946, Lima 1-Cercado. |
martes, 30 de septiembre de 2008
Documento resumen del 80 Aniversario
Fwd: Invitación y Boletín de Prensa
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From: Narciso Garcia Vallejo <fundacioncesarvallejo@yahoo.es>
Date: 29-sep-2008 16:59
Subject: Invitación y Boletín de Prensa
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Me es muy grato hacerle llegar la invitación a la conferencia del día Jueves de Vallejo, sobre el tema "Una Novela sobre César Vallejo", asi como el Boletín de Prensa sobre la conferencia del pasado Jueves 25 del presente. Para cualquier información adicional, se servirá comunicarnos al teléfono: 424-5258 o E-mail: fundacioncesarvallejo@yahoo.es Cordialmente, Fundación César Vallejo Dr. Narciso García Vallejo Administrador General |
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Octubre Rojo
El 7 de octubre los socialistas en el Perú conmemoramos el 80 Aniversario de la Creación Heroica de José Carlos Mariátegui.
Por caminos ecuménicos el hombre asciende al reino de la libertad. En esta humana marcha los símbolos forman parte del equipaje con que se avanza en la historia. La feligresía de la doctrina cristiana tiene su mes morado. Tiempo de celebración, milagros de fe, reflexión y mea culpa. Los seguidores de la doctrina de Marx en el Perú tienen su mes rojo. Tiempo de celebración, estudio, reflexión y combate. Tiempo de recomponer lo que tenga que renovarse o cambiarse. Tiempo de revisión de métodos y conceptos. Tiempo de preparar la organización en medio del creciente descontento.
El 7 de octubre es más que un número en el calendario. Es un día de celebración. Es un día de reuniones en atrios y auditorios. Es una fecha de marchas y demostraciones de fuerza socialista. Los discípulos de José Carlos Mariátegui en diversos grupos y escenarios conmemoran la fundación del Partido Socialista del Perú. La obra del maestro Mariátegui es el centro de donde parten diferentes opiniones, escuelas, tendencias y fracciones, muchas de ellas opuestas y antagónicas. Pero, la humanidad unida es el sueño socialista que mancomuna a los afines como a disímiles espíritus de la inteligencia avanzada. No en vano la autorrealizació n plena del ser humano es el propósito del humanismo marxista.
El 7 de octubre es la más importante celebración del socialismo en el Perú. En esta fecha la imaginación vuela con los pies bien asentados en la tierra. La imaginación materiista brota de la vida, de las presiones económicas y los conflictos sociales, de las necesidades extremas del hombre que vive de su trabajo. La imaginación crea el futuro cuando se apoya en la realidad. La imaginación se rebela contra una realidad limitada, contra una realidad imperfecta, la supera día a día elaborando, como la abuela de Leonardo, pan de la nada. La realidad, no obstante, supera a la imaginación ideísta: el tiempo está sepultando a los enterradores del "comunismo". Bastaron algo más de diez años para que El fin de la historia (1989), de los plumíferos del capital, “el punto final de la evolución ideológica de la humanidad”, la victoria definitiva de la democracia liberal, se derrumbara con las torres gemelas y, más tarde, con los martes negros de Wall Street. Hoy podemos decir, con Pepe Gutiérrez–Alvarez: los muertos que vos enterrasteis, bien vivos están. El neoliberalismo desnuda sin miedo su verdadera naturaleza rapaz y saca a la luz las más bajas pasiones del capitalismo. La espiral creciente de la delincuencia en todas sus modalidades es el resultado de la descomposició n del viejo orden social. En el siglo XXI habrá de definirse el dilema capitalismo o socialismo. A este siglo de definiciones, el socialismo irrumpe como la única esperanza del hombre humanamente natural. Se muestra a la faz del mundo como un movimiento de hombres e ideas y, se lo percibe como una meta y un camino[1]. Empero, para el marxismo no hay de antemano un derrotero definido. La teoría de Marx es incompatible con un “marxismo” como verdad revelada. Todo lo contrario. El marxismo se elabora y reelabora en el andar. Caminante no hay camino, camino se hace al andar. En éste caminar las rutas florecen: tantas como cabezas pensantes existen. Los hombres de talento sobresalen, se distinguen en un conjunto, precisamente, porque saben elegir o inventar un camino para los que vienen atrás. Los mejores prevalecen porque saben ser efectivamente mejores. El arte de los que mandan obedeciendo es que “todos” hagan suya la hoja de ruta aconsejada por la experiencia. ¿Porque Mariátegui se distingue entre todos los fundadores, colaboradores y rivales? No es acaso por la maestría en preparar, contagiar, animar, en saber elegir el momento y la ruta a seguir. Pues, sí, ¿cabe alguna duda?
El revolucionario es por definición iconoclasta pero, al mismo tiempo, es un hombre de fe. Los marxistas tienen de aventureros y exploradores como de dogmáticos y heréticos. “Los profesionales de la inteligencia no encontrarán el camino de la fe; lo encontrarán las multitudes. A los filósofos les tocará, más tarde, codificar el pensamiento que emerja de la gran gesta multitudinaria.”[2] Para los hombres de ciencia, la imaginación no reconoce barreras, claro está —y contrariando su voluntad—, dentro de los límites de la materia como punto de arranque y limite del pensar. Lo cierto es que la imaginación, sin un método y una doctrina, navega sin rumbo ni objeto en medio de las agitadas aguas de la heterodoxia. Y, como la heterodoxia es el habitad natural de la imaginación, ésta voltejea a una velocidad loca pero inútil en torno a todo y a la vez nada. La eficacia del dogma reside en el empuje que imprime a las muchedumbres en una u otra dirección. La doctrina suministra al combatiente una dirección coherente, le proporciona una meta, un destino, una fe. Asimismo, como lo doctrinario, conduce necesariamente a la ortodoxia como actitud personal o mental. Todo hombre de fe encuentra el respaldo necesario para su actividad en su doctrina. El militante se entrega en cuerpo y alma a la empresa que da razón a su terrenal existencia. Por eso, la agonía del combatiente, la fuerza de los socialistas, “no está en su ciencia: está en su fe, en su pasión, en su voluntad”, como bien enseña el maestro Mariátegui.
El 7 de octubre de 1928 Mariátegui termina el trabajo de definición ideológica. Y comienza un periodo de definición político-orgánica. El debate se traslada al programa socialista y al tipo de partido. La temprana muerte de José Carlos Mariátegui facilita que su propuesta programática y el proyecto de partido de masas sean abandonados. El fácil recurso de calco y copia se impone en el siglo pasado. Lenin descubrió, en el partido clandestino de revolucionarios profesionales, la forma específica de organización política de la vanguardia proletaria. Y Mariátegui encontró, en "el primer gran partido de masas e ideas de toda nuestra historia republicana" , la forma nacional en que la teoría se convierte en poder material, en que el verbo se hace carne. En la actualidad el Perú sigue siendo un mendigo sentado en un banco de oro. Tenemos una fecunda experiencia de lucha poblana. Tenemos los paradigmas de cómo se construye los frentes intelectual, campesino, obrero y partidario. Tenemos una teoría para el cambio social en la obra de José Carlos Mariátegui. ¿Qué nos falta para dejar de ser menos que un simple punto en el mapa político? Muy poco. ¡Hacer uso de nuestras potencialidades! En el Perú lo tenemos todo y todo está por hacer. Comenzando por la unidad de nuestro pueblo, de su vanguardia, de sus instituciones. Los luchadores sociales combaten desde distintas trincheras, separados por artificiales diferencias de fracción, divorciados por la fuerza de la raigambre del grupo o tendencia. Por eso, no le falta razón a Gustavo Espinoza cuando señala que Mariátegui “se guió por una idea básica: la lucha de clases como motor de la historia”; y, que su visión –agrega– no fue “una mirada de secta, ni reflejó un punto de vista estrecho.”[3] Es precisamente esa idea básica la que da origen al principio clasista y la política de frente unido, cimientos de la actuación política de José Carlos Mariátegui, que convierten el sueño socialista en una realidad concreta el 7 de octubre de 1928. Entonces, si lo tenemos todo, ¿Qué esperamos para rectificar lo que tenga que rectificarse?
Engels declaró en una ocasión “el comunismo no es una doctrina, es un movimiento. No parte de principios, sino de hechos.”[4] Y se opuso en otra ocasión: “Marx protestaría contra el ‹‹ideal›› político, social y económico que vosotros le atribuís. Cuando se es ‹‹hombre de ciencia›› no se tiene un ideal, se elaboran resultados científicos, y cuando, además, se es hombre de partido, se combate para ponerlos en práctica. Pero cuando se tiene un ideal, no se puede ser hombre de ciencia, porque se ha tomado partido ya desde el comienzo.”[5] Un hombre de ciencia estudia el movimiento de la materia en sus diversas formas. Un marxista estudia el movimiento y lucha de las clases, las confrontaciones y transacciones, sus éxitos parciales y sus derrotas temporales, y... toma decisiones en caliente. Ayer como hoy, pese a la resistencia de la “verdad evidente”, la táctica dicta las decisiones de los hombres. El sentido común está acostumbrado a decidir, primero, lo que se desea hacer (la estrategia) y luego cómo hacerlo (las tácticas). Pero, lo cierto es que esa “verdad evidente”, no es tan evidente. Al Ries & Jack Trout, en La revolución del marketing, concluyen que una estrategia no es una meta: “Como la vida misma, la estrategia debe estar enfocada en el viaje, no en la meta. Los pensadores de arriba hacia abajo, están orientados hacia las metas. Primero determinan lo que quieren lograr y luego tratan de encontrar las maneras y los medios de lograr estas metas.”[6] Los hombres dejan huellas al caminar. Crean el futuro, lo inventan, pero no lo predicen.
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. Así comienza el primer capítulo del Manifiesto del Partido Comunista. Y, sin embargo, se sigue pensando la historia como recuento de los hechos significativos de los personajes más destacados de la humanidad. La Creación Heroica de Mariátegui, en estricto sentido, es una realización colectiva, como el propio José Carlos lo advirtiera: Ahora es la voz de un movimiento y de una generación. El trabajo de Mariátegui, como cualquier otro trabajo, es un esfuerzo que involucra a un conjunto de personas. Sin las mujeres y hombres de su generación no existiría Creación Heroica. Ni un movimiento histórico que representa el movimiento del futuro en el movimiento del presente. La escuela de Mariátegui reivindica al militante pensante y operante. Cree en las multitudes que llegarán a ser concientes de su propia potencia a través de la vanguardia organizada. Sabe que la historia de los cambios sociales y de las revoluciones políticas no debe buscarse en la cabeza de los hombres (ni en la filosofía) sino en la economía de la época. Ubica al personaje histórico como criatura de una época y una clase: “Un nuevo orden jurídico y económico no puede ser… la obra de un caudillo sino de una clase.”[7]
La escuela socialista en el Perú tiene en Carlos Marx y en José Carlos Mariátegui sus principales representantes. El marxismo de Mariátegui es fuente de inspiración de mujeres y hombres con una filiación de clase definida. El maestro Mariátegui es reconocido como padre de diversas tendencias del movimiento socialista nacional. Un 7 de octubre debe ser un día de confraternidad, conmemoración y UNIDAD de combate socialista. En éste día, la actualidad del socialismo, debe reafirmarse en la voluntad de construir un Perú nuevo dentro del mundo nuevo, en la presencia activa y monolítica de todas las tendencias socialistas. En esta fecha la UNIDAD socialista por un Perú Integral, brota espontánea entre los hombres nuevos de un Perú nuevo.
UNIDAD es una gran voz que recuerda un carísimo y viejo anhelo de nuestro pueblo. Los intentos de forjar la unidad en la historia de nuestra América multicultural son incontables como innumerables en éste pequeño rincón del Perú. Sólo recordar que hace 21 años, setiembre de 1987, un grupo de jóvenes publicaron Socialismo: Revista Regional de doctrina, ciencia, arte, polémica. En sus páginas, hombres y mujeres de diversas tendencias políticas, estamparon sus firmas en un esfuerzo por construir una cultura de entendimiento en el debate de ideas. Recordar que entre los impulsores de Socialismo estaban algunos camaradas que ahora ya no nos acompañan: César Faucheux Ponce, Ángel Rivera Marca, Honorio Morales Arce, a quienes es menester rendir un justo y merecido homenaje.
El 7 de octubre en el calendario político es una fecha que recuerda el nacimiento del Partido Socialista del Perú, fundado por José Carlos Mariátegui y los hombres de su generación. Tacna no puede estar ausente en ésta conmemoración. Formemos un solo haz, un solo contingente, recordando a los camaradas que se adelantaron en la marcha continua de los tiempos:
Donato Gonzáles Rejas
Carmela Gonzáles Rejas
Carlos Nalvarte Zeballos
Omar Zilbert Salas
Honorio Morales Arce
Juan Gonzalo Rose
César Faucheux Ponce
Ángel Rivera marca
Henry Rondinel Cornejo
…
El fantasma del socialismo renace de sus cenizas; y, renace porque no se puede detener el curso ineluctable de la vida. Socialismo es vida. Vida es cambio. Cambio es revolución. Y una revolución social se realiza sobre la base de grandes ideas, como bien decía José Carlos Mariátegui.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
Tacna-Perú, 28 Setiembre 2008
Edgar Bolaños Marín
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[1] Meta y camino, ruta y destino, no son dos cosas distintas. El camino es la meta. La meta tiene que ser descubierta, debe ser alcanzada, debe ser hallada. El mismo camino se convierte en meta. El primer paso es también el último, porque camino y meta no son dos cosas diferentes. El camino conforme avanzas en él se transforma en meta. La clave en todo esto es pensar como explorador. José Carlos Mariátegui dejó en el tintero su propósito de reivindicar al aventurero: “Pienso en él (Colón) cada vez que me visita la idea de escribir una apología del aventurero. Porque hay que reivindicar al aventurero, al gran aventurero.” (La novela y la vida) El aventurero es el gran explorador: un sujeto que anda a la caza de primicias, hallazgos, revelaciones. En política, por ejemplo, Marx sigue el curso natural del movimiento de clases hasta que realiza el hallazgo de su vida. “He aquí su verdadero secreto: la Comuna era en esencia el gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política, descubierta, al fin, bajo la cual podía llevarse a cabo la emancipación económica del trabajo…"(La Guerra civil en Francia) Marx y Lenin son el más claro ejemplo de cazadores de oportunidades. Las oportunidades en la historia social se presentan. Si no se aprovechan quedan como eso: simples oportunidades. De allí que el imitador, el remedador, el plagiario, sólo lleva a término una farsa o tragicomedia, no pasa de ese punto.
[2] JCM, El hombre y el mito, Alma Matinal, Pág. 27 - 28
[3] Gustavo Espinoza M., José Carlos Mariátegui, orientador de nuestro tiempo.
[4] F. Engels, Los comunistas y Carlos Heizen, C. Marx y F. Engels , T.4, pag. 281, recopilado por Miguel Aragón.
[5] 11 de agosto de 1884, a cuatro años de la primera edición de Del socialismo utópico al socialismo científico, Engels le escribe a Paul Lafargue, que había preparado aquella edición. Citado en El pensamiento filosófico de Engels, Giuseppe Prestipino, pp.13
[6] Al Ries & Jack Trout, La Revolución del Marketing, México, McGraw-Hill, Pág. 11
[7] JCM, 7 Ensayos… Pág. 71
Rv: 5° JORNADA NACIONAL DE FILOSOFIA MARXISTA
- El lun, 29/9/08, ELVIS ARAPA DIAZ <redfire_mlm4@hotmail.com> escribió:
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Rv: [foro_centenario] (Parte IV) La Reunión de Barranco y el Partido Socialista
--- El mar, 30/9/08, miguel aragon <perunuevo2020@yahoo.com.mx> escribió: De: miguel aragon <perunuevo2020@yahoo.com.mx> |
EL ESPACIO Y EL TIEMPO SUBJETIVOS DE LA SEDICENTE FILOSOFIA APRISTA
Enfocamos hoy otros aspecto del mencionado esperpento, el que deseamos refutar en forma exhaustiva, por mucho que nuestra refutación –hablando en términos que la guerra puso de moda- haya logrado a estas horas silenciar totalmente las baterías sedicentemente ideológicas de Incahuasi.
HAY INDIVIDUOS que no pueden pensar sino por medio y a través de las palabras. Psicologías verbalistas, mentalidades en donde bullen las formas las formas aherrojando y triturando las ideas. Contextura espiritual del clásico personaje que tan genialmente creara y echara a caminar por el mundo el famoso portugués Eca de Queiroz, en el “Epistolario de Fádrique Mendes”.
Pacheco ha tenido en América más discípulos y seguidores que Don Quijote o el propio Sancho. Las constituciones políticas de estos países han corrido el riesgo de ser modificadas poniendo como condición indispensable para ser Presidente de facto, Magistrado o dignatario, ser Pacheco, pertenecer a la escuela criolla del Pachequismo.
La “Filosofía Aprista” es, comprobadamente, la más alta, la más preciosa, la más calificada expresión del pachequismo. Las grandes palabras adquieren sonsonetes resonantes que las impregnan de un sentido “pachequístico”. En el “Espacio-Tiempo-Histórico” de Haya de la Torre asistimos a la evolución de lo “cantinflico” a lo “pachequístico”. En Cantinflas –nos referimos al cómico genial- a la palabra se le ha sacado su vértebra, su tuétano y su espíritu; la palabra es arrastrada como guiñapo, y hacinada en la jeringonza, hasta tornarse caricatura del discurso parlamentario de polítiquero ignorante, de capitulero audaz.
Parece como que Pacheco, Cantinflas perdiese su envoltura grosera y caricaturesca, para disfrazarse con los sagrados ornamentos de la metafísica. La palabra en Pacheco, no sólo pierde vértebra, tuétano y espíritu –como en Cantinflas- sino que se le han introducido elementos estrafalarios, impregnados de brujería, de ensalmos de curandero, de cábalas de sortilegio.
Eca de Queiroz no pensó jamás que su personaje iba a encarnarse tan perfecta y gananciosamente en la política peruana. El “Espacio-Tiempo- Histórico” es una de las producciones excelsas del pachequismo.
EN SU TESIS destinada a refutar a Hegel y a Marx porque “la filosofía de cada uno de ellos es la Filosofía de su época”, Haya proclama que el Tiempo no es Tiempo, ni el Espacio es espacio. El Espacio deja de ser Extensión Objetiva, de tres dimensiones, mensuarable y material , y el Tiempo, asimismo, no es más Duración Objetiva, posible de medida, para transformarse en invenciones antojadizas, en fantasmas subjetivos, en el tiempo aprista y en el espacio aprista.
“El Tiempo Histórico –afirma Haya de la Torre en su artículo- no es una medición de períodos como si se tratara de una nueva cronología. Es subjetivamente la intuición y sentido del tiempo individual y social vinculados consciente y funcionalmente al modo de vivir, trabajar y desenvolverse de los pueblos”.
El tiempo cronológico, tal como lo entendemos y lo sentimos todos, tal como lo comprende y lo establece la Ciencia, ese no es el tiempo del señor Haya y de su apra. Es un tiempo que se escoge y se estira, que es “individual” en unos casos y “social” en otros, que se vuelve intuición como quería el idealista y reaccionario francés Henry Bergson.
Según este famoso Tiempo Histórico el Calendario Gregoriano vale tanto como la carabina de Ambrosio; los períodos de rotación y translación de la tierra y el movimiento del Sistema Solar dentro del plano de nuestra Galaxía, equivalen a la fantasía de cualquier cuento para niños. La Astronomía no es una Ciencia sino el vasto entretenimiento de soñadores y distraídos caballeros.
Según este tiempo subjetivo, este tiempo-intuición, cualquier deudor tramposo puede invocar ante los Bancos, o ante sus acreedores, que el vencimiento no es el que marca la fecha escrita en la letra de cambio sino aquel que corresponde a su peculiarísima intuición subjetiva.
Según Haya, el Tiempo transcurre en concordancia con nuestro criterio, al capricho de cada cual, según “la intuición” de cada ser viviente. Hay tantos “Tiempos” como individuos, o como “observadores” para hablar en la misma jerga que el filósofo del aprismo ha capturado a la terminología einsteniana.
El Espacio, para Haya, es también subjetivo, asunto de la intuición de cada ser pensante. No es una Extensión Objetiva, mensurable que existe independientemente de nuestra conciencia y de nuestras facultades espirituales, sino un producto de nuestra imaginación , de nuestra estado de ánimo, de nuestro buen o mal humor.
Elevar la cantinflería hasta los cielos de la Metafísica pachequística, para venir a parar en el absolutismo de Luis XIV sosteniendo al final de cuentas, “El Tiempo soy yo” y “El Espacio también soy Yo”, no valía la pena. La paranoia megalomaniaca del señor Haya le hace adoptar postura de autócrata, hasta con el Espacio y con el Tiempo. Para Inca Paz, ni el Espacio ni el Tiempo existen independientemente de nuestra conciencia, de nuestra imaginación, de nuestra voluntad, sino que son siervos de Incahuasi, yanaconas de Inca Paz. Este absurdo filosófico tiene su nombre en el diccionario de la Filosofía: se llama solipsismo y constituye el pantano más desdichado en el que puede caer cualquier filosofante idealista.
PARA la Ciencia y para la Filosofía Marxista, el Tiempo y el Espacio, no son Categorías Metafísicas, ni fenómenos subjetivos, sino fundamentalmente, hechos concretos y objetivos. El Espacio existe como hecho real, como función de la materia que lo invade que lo ocupa y que lo llena; y el Tiempo existe también como hecho real, como función del movimiento que transcurre en ese tiempo, que lo hace sensible y mensurable. Nuestra conciencia puede creer o imaginar o querer que un Espacio sea diminuto o gigantesco. Pero ese Espacio no será ni mayor ni menor de lo que real, objetivamente es, independientemente de nuestro imaginar o nuestro querer. Exactamente lo mismo respecto del Tiempo.
Cuando el hombre de Ciencia acepta el Espacio Objetivo y el Tiempo objetivo y rechaza el tiempo y el espacio subjetivos, ese hombre de Ciencia está adoptando una posición filosófica materialista, lo quiera o no lo quiera. Y si abandona tal posición deja de hacer ciencia para caer en el terreno de lo fantástico, de lo falso, de lo anticientífico.
Con su Tiempo subjetivo, con su Espacio intuido, Haya de la Torre no hace sino repetir las tontas y reaccionarias elucubraciones que en las más diversas páginas, nos dieron Henry Bergson, en Francia; Martin Heideger, Karl Jaspers y los filósofos del nazismo en Alemania.
Ufano y audaz, el gran señor de Incahuasi prosigue su discurso de Pacheco. Sin bajar la voz, sin aminorar su liturgia, con toda la pompa que corresponde a las grandes palabras de Cantinflas, Pacheco nos dice solemnemente que su Filosofía toma en consideración tres factores que son repetidos constantemente a través de la trama del esperpento. Estos tres factores que el señor Haya eleva como tres columnas de su estructura son: Espacio. Tiempo y Movimiento.
Ya vemos lo que le sucede al Espacio y lo que le pasa al Tiempo apristas. Se hacen subjetivos, se hacen solipsistas, se reducen al fin a un capricho, a una arbitrariedad, a un supremo y despectivo me da la gana. Quedan en calidad de militantes apristas, sometidos a disciplina, actuando según las intuiciones del Jefe Máximo o de acuerdo con el ritmo del tam-tam del bombo de Antenor Orrego.
VEAMOS ahora lo que le va acontecer a este “Movimiento” aprista. Haya sienta bien claro que lo que entiende por Movimiento es dinamismo. Y el dinamismo, esto es el Movimiento, sólo, de por sí, no existe en ninguna parte. Nadie ha visto al movimiento, ni la mitad del Movimiento, ni la décima parte del Movimiento. El Movimiento no existe, ni puede ser concebido ni enunciado solo, aisladamente, como lo hace Haya, sino íntima, etrna, indisolublemente vinculado a la Materia, a la masa.- No hay Materia sin Movimiento, ni Movimiento sin Materia. Y ésta es la única concepción válida que acepta la Ciencia y que la realidad comprueba y ratifica.
Por esto, cuando entramos en el campo de la Filosofía Aprista, y nos encontramos con el Tiempo subjetivo, el Espacio Subjetivo y el Movimiento aislado de la materia, tenemos que escapar como de un asilo de insanos o de una trastienda de demagogos.
El Movimiento abstracto, aislado, separado de la masa material y concreta es un absurdo anti-científico; es una concepción falsa que ataca los principios más elementales de todas y cada una de las ciencias.
El Tiempo Subjetivo y el Espacio Subjetivo, son fabricaciones antojadizas, fantasía absurdas, invenciones supersticiosas semejantes a las quye hablan de duendes, de almas en pena, de brujas y aparecidos. Ni la Física, ni la Mecánica, ni la Astronomía, ni ciencia alguna, pueden aceptar de ninguna manera, la existencia de un Tiempo Subjetivo y de un Espacio Subjetivo, es decir de tiempos y espacios que se estiran y se encojen a voluntad del individuo, del observador o del ser pensante. Si la ciencia rechaza categóricamente tales elementos como fantasías y absurdos, como falsedades y retórica, mal pueden ser aceptados por la Filosofía.
Esta fabricación del señor Haya –denominada pachequisticamente “Filosofía Aprista”- nos da la impresión de un hombre que atrasando su reloj moviendo las manecillas hacia atrás, creyese y quisiese hacernos creer que fabrica tiempo, o que, al contrario, adelantando el reloj jurase por su dios y por su dama, por sus antepasados y por toda la prosapia de los Pachecos, que es capaza de acelerar el ritmo de las horas o el proceso de los días. De este hombre pensaríamos lo mismo exactamente que de aquel argentino Baigorria, que hacia llover a su voluntad y que se denominaba Fabricante de Lluvias. El señor Haya no nos dice que fabrica lluvias, pero si que fabrica Tiempo y que fabrica Espacio. A esto conduce directamente su concepción del Tiempo Subjetivo y del Espacio Subjetivo. Si para el “fabricante de lluvias” hubieron calificaciones precisas cuando actuaba sólo en el terreno municipal y policíaco, no pueden ser otras las que corresponden a una situación idéntica que tiene la agravante de ser planteada en el terreno de la política de un pueblo, en la marcha de un partido que pretende hacerse el arbitro totalitario de los destinos del Perú.
ooooooo
lunes, 29 de septiembre de 2008
Lenin: del Estado a la revolución
Universidad de Málaga (España)
Estudiante de pregrado (4º curso) de Filosofía
Málaga (España)
luisfl-e@hotmail.com
¿Por qué hay que leer a Lenin? ¿Por qué proponemos aquí una lectura de Lenin en vez de, por ejemplo, de Marx? La elección no es por supuesto arbitraria. Está claro que toda lectura de Lenin presupone una previa lectura de Marx, y especialmente del Marx de El capital. Más aún, toda lectura de Marx tiene que comenzar por El capital –para no caer en los humanismos de cierta lectura, por ejemplo la lectura otrora de moda de los Manuscritos de 1844. Pero sí que podemos apuntar una idea, la de que Lenin añade algo a Marx: y es justamente lo que le añade lo que ha de ser objeto de estudio. ¿Por qué Marx ha podido ser «revisado», y Lenin no? ¿Cuál es el núcleo del pensamiento leniniano que, a pesar de los generales malentendidos, resulta claramente incontrovertible –imposibilitando toda tarea de asimilación y digestión de su trabajo–? O como diría Zizek, ¿cuál es el núcleo del pensamiento leniniano que toca lo Real (traumático)? Y es que, guste o no (y guste o no, en primer lugar, a sus intérpretes estalinistas), Lenin propone una cierta lectura de Marx, una lectura que pone en primer plano el elemental propósito emancipatorio del marxismo, que lo convierte en una magnífica herramienta de subversión: ni capitalismo, ni socialdemocracia, ni tampoco socialismo –sino comunismo. Pero vayamos por partes.
Derrida hablaba de cómo lo realmente incómodo de ciertos autores está en no atenerse a los registros esperados (y bien fortificados por la Academia): así el propio Derrida es incómodo al entrecruzar el estilo literario con el filosófico (al negar por tanto el límite entre literatura y filosofía), como Sade es incómodo no por escribir literatura libertina (que constituía todo un género en la Francia de su tiempo) ni por hacer filosofía (que de hecho suele plagiar a los ilustrados ateos), sino por mezclar de manera inquietante la pornografía más contundente con disertaciones sobre, verbigracia, la existencia de Dios.
Y Althusser es precisamente quien da en el blanco cuando en su Lenin y la filosofía nos pone sobre la pista: Lenin es incómodo por mezclar la filosofía y la política. Lenin hace filosofía, pero no hace la filosofía que se espera que haga un filósofo:
La verdadera cuestión se refiere justamente a esa práctica tradicional, que Lenin vuelve a poner en entredicho al proponer una práctica completamente distinta de la filosofía.1
Una práctica de la filosofía que conlleva según Althusser un conocimiento, una Teoría (materialismo dialéctico) que tiene por objeto a la propia práctica teórica (incluida la misma filosofía, y es ahí donde le duele a ésta). Pero sobre todo, lo que colma el vaso es ¡¡que Lenin es un político!! ¿Cómo puede la filosofía soportar la idea de tener algo que aprender no ya de un filósofo, sino de un político? Y añadiríamos nosotros: lo peor del caso es que ni siquiera es puramente un político.
Cuando Lenin, el 4 de abril de 1917, lee sus famosas tesis, ¿quién habla, el político o el filósofo? ¿Un político que en medio de la explosión de libertades de la primera revolución de febrero parece volverse loco (no lo digo yo, lo dice la misma Krupskaya) y en vez de hacer lo que se esperaba de él, hacer «política» y luchar por unas «elecciones libres», presenta ¡unas tesis!, delirantes en palabras de Plejanov, en las que caracteriza esa misma libertad, la ausencia de violencia contra las masas, y «la confianza inconsciente de éstas en el gobierno de los capitalistas, de los peores enemigos de la paz y del socialismo»2, como los elementos constitutivos de la transición desde la primera etapa de la revolución (la de completa sumisión del proletariado) a su segunda etapa, la que pone todo el poder en manos del proletariado y el campesinado? ¿O un filósofo que «malinterpretó» la Lógica de Hegel y en vez de, una vez más, «hacer lo que cabría esperar» de un filósofo (al cabo, que se esté quietecito, que filosofe cuanto quiera pero no saque los pies del tiesto) tomó un tren sellado a través de Alemania para leer un panfleto que hablaba de revolución? Porque incluso así dicho, ni la filosofía del político ni la política del filósofo entran en los cánones preestablecidos.
El leninismo es un cuestionamiento de nuestras certezas más profundas, de aquellas en las que nos hemos criado: más que una identificación incondicional con no se sabe bien qué tipo de «extremismo», supone la «deconstrucción» del propio campo en el cual se distribuyen las distintas fuerzas en conflicto (y en el cual se puede clasificar lo normal y lo «extremo»). Un par de ejemplos. En El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, obra que todo el mundo cree conocer con solo leer su título, Lenin combate tanto el conservadurismo como el aventurerismo izquierdista; pero esto no significa que su propuesta sea, como rezaba la doctrina estalinista, que la línea correcta del partido tenga que oscilar entre una y otra desde una política «de centro». El verdadero mensaje del texto es que el plano en el que hay que disponer la práctica política no es el de la frívola elección entre «izquierda» y «derecha» (como quien escoge té o café, azúcar o sacarina). Contra la metáfora espacial, lo que Lenin rescata es la lucha de clases –el capital de un lado, los trabajadores de otro– y una consecuente toma de partido por los intereses de clase de éstos. El segundo ejemplo que hay que citar es el de El Estado y la revolución: como en el caso anterior, lo que tenemos es la abolición de toda moral abstracta y de todo apriorismo, y el uso del Estado como herramienta subordinada a los intereses de la clase trabajadora y la hipótesis de su extinción en la medida en que dejase de ser necesario para llevar a cabo su función.
En un caso como en otro, tenemos la plasmación más exacta de lo que Lenin, tal vez en un exceso, llega a llamar la «moral comunista»3. Jacques Lacan formulaba la ética del psicoanálisis con el siguiente aforismo: no cedas en tu deseo. No dejes de ser sujeto deseante, no te rindas ante la satisfacción. La ética de Lenin, si se la puede llamar así, es justamente una ética del deseo, aunque se trate de un deseo revolucionario: no cedas en tus intereses de clase; sus últimos escritos, durante la etapa de la «edificación socialista», dedicados a proyectar el futuro desarrollo hacia la sociedad comunista, tienen que ver con esta ética que no se acomoda a los logros alcanzados –a la inversa, el periodo estalinista del «socialismo en un solo país» supone la vuelta a la autocomplacencia, tanto por conformarse con el socialismo (que no puede ser más que un medio más a tener en cuenta como tal, y por consiguiente imperfecto) como por regresar a las dimensiones de la política internacional clásica (basadas en el Estado-nación). Hay un interesante paralelismo entre la Escuela de Lacan y el Partido de Lenin: ambos personajes eran afectos a la escisión, a la disolución, incluso a ser excomulgados. Ambos lo fueron, de un modo o de otro, en vida o «en efigie», en lo cual tenemos que situarlos en la nada menospreciable compañía de otro gran excomulgado, literalmente hablando: Spinoza, el judío hereje de Ámsterdam. Persistir en el deseo significa que el objetivo no es alcanzar un equilibrio estable y satisfactorio, sino elevar el nivel del conflicto. Persistir en el deseo significa que la felicidad, la satisfacción, son imposibles; no hay descanso, no hay vacaciones: dejar de hacer política (rendirse en la consecución de esos intereses de clase) es perderlo todo, puede que por mucho tiempo.
Preliminares a la lectura de Lenin y de El Estado y la revolución
1
El Estado y la revolución constituye en cierto sentido la obra menos circunstancial y más teórica de Lenin si exceptuamos otras ya directamente filosóficas (Cuadernos filosóficos, Materialismo y empiriocriticismo)4; el tema naturalmente es la teoría marxista sobre el Estado, en cuya exposición bucea entre los textos más importantes de Marx y de Engels al respecto, si bien les da una forma coherente y lógica convirtiendo referencias aisladas, dispersas o ambiguas en un auténtico sistema político. Así, El Estado y la revolución se presenta de hecho como una cierta práctica de la lectura: el texto no es sino la elaboración de un cuaderno intitulado como El marxismo acerca del Estado, donde Lenin anotó y comentó laboriosamente una serie de citas de Marx y Engels, así como pasajes de obras de otros autores desde Kautsky a Bernstein5.
Por consiguiente, el texto (como toda la obra del autor) se encuadra no ya en la tradición marxista sino en un retorno a Marx (me atrevería a decir que análogo al famoso «retorno a Freud» de Lacan). Lenin, al modo de los filósofos del Renacimiento, constata que la teoría marxista y en concreto la teoría del Estado se ha «embrollado»6 por parte de las escolásticas de la II Internacional, y resulta más claro regresar a las fuentes. En su regreso, Lenin no solo lee: también reestructura y formaliza, toma partido por una cierta lectura. Una lectura que se compromete con una táctica, que es la táctica del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, el luego más conocido –con tristes connotaciones, una vez más estalinistas– como Partido Comunista (bolchevique).
Y más aún, Lenin en esta obra se funda también en un previo retorno a Hegel, plasmado en los Cuadernos filosóficos. Lenin escribe su cuaderno sobre el Estado desde el exilio en Suiza entre 1914 y 1915, donde no sólo se dedica a jugar al ajedrez con Tristan Tzara frente al célebre Cabaret Voltaire. Lenin, alejado de toda posibilidad de intervenir políticamente, se dedica al estudio en la biblioteca de Berna; pero, y hablando precisamente de Voltaire, ese estudio no significa el «cultivar su jardín» de Cándido: Lenin no deja nunca de ser un político, y su apoteósica lectura de (entre otros) Hegel no es una lectura ociosa. Para empezar, es una profesión de materialismo militante: en la Lógica, la obra más idealista del idealismo alemán, Lenin declara haber encontrado más materialismo que en ninguna otra obra de Hegel7. De este modo, a partir de su lectura Lenin elabora una filosofía acorde no sólo con la moderna ciencia experimental (y por tanto, con los estudios económicos de un marxismo que aspira a ser ciencia), sino también con la práctica del proletariado revolucionario: una teoría del conocimiento no solo como reflejo de la realidad, sino como interacción con ésta en una síntesis de producción teórica y producción política. Por eso es tan importante esta excursión dialéctica, sobre la cual puede Negri declarar:
Sin la convicción del poder radicalmente innovador de la praxis el gradualismo y el reformismo son invencibles. Sin la capacidad de conducir la abstracción determinada y el método de la tendencia a la fuerza resolutiva de la praxis colectiva, el universo humano se representa como una ley implacablemente contraria a los oprimidos. Sin la fuerza de un proyecto teórico que ilumine los procesos de la praxis, la reapropiación de las masas de la alegría de gestionar el poder se convierte en algo imposible.8
2
Diré de paso que Lenin no fue (como se nos ha querido hacer creer desde posturas ora estalinistas, ora democrático-liberales) el clarividente e iluminado líder revolucionario que al frente de un puñado de agitadores dio un golpe de Estado, como nunca tuvo en el Comité Central mayor poder que cualquier otro de sus miembros –por ejemplo Stalin, que estableció monumentales redes clientelares desde su puesto de Secretario General del Partido. Tampoco nos importa demasiado a estas alturas el individuo detrás del nombre «Lenin» (el individuo ahí está en la Plaza Roja, expuesto por obra del estalinismo) nombre cuya única utilidad sería enlazar cierta ingente colección de textos, y es que precisamente a los textos nos atenemos. Ya son agotadoras las eternas y aburridas disputas morales sobre la Unión Soviética y el Gulag, o las tímidas disculpas del estudioso cuando rompe miles de reglas no escritas de etiqueta liberal. Por eso es preciso un ejercicio de honestidad y de valentía intelectuales y leer a Lenin más allá de Lenin: leerlo no con la vista en el pasado (con lo que siempre nos parecerá a destiempo, viejo, muerto) sino leerlo en nuestro momento honradamente, sin ingenuidades pero igualmente sin prejuicios: traer a Lenin a nuestros problemas, no meter en su obra problemas que no son de su tiempo y que inevitablemente no puede resolver.
3
Se ha convertido en un lugar común la descalificación de eso que sea marxismo según una mera estadística comparativa entre su plasmación histórica (estalinista)9 y lo que han podido suponer el nazismo o el liberalismo. Lo espeluznante de esta crítica empírica es que en su «objetividad» va estableciendo clasificaciones que escamotean un estudio más racional de las estructuras de los mismos Estados y gobiernos en cuestión. Si es por víctimas directas, es probable (o eso dice la doctrina oficial) que el nazismo fuese preferible al estalinismo, la democracia liberal al nazismo, y habría que resolver que la cumbre de la civilización sería el mundo feliz de Huxley.
Tan cómodo procedimiento que evita tener que estudiar el núcleo de estas formas, es asimismo un método estático que silencia la realidad de que ni comunismo, ni liberalismo, ni siquiera nazismo (basta constatar su resurgimiento)… son doctrinas completas, cerradas y sistemáticas que coincidirían con determinadas realizaciones históricas. No somos historiadores: lo que nos tiene que importar del liberalismo o del comunismo no es sino cierto bagaje teórico que hay que ordenar en vistas a comprender un momento concreto que no son por supuesto los años veinte o treinta sino nuestro momento concreto.
Por eso hay que leer a Lenin. Si lo leyéramos veríamos cómo procede un buen político, independientemente por ahora de su programa: adaptando su actividad según una visión a veces acertada y a veces errónea de cuál es la estructura social en la que está introduciendo sus propuestas, modificando sus posiciones, cediendo o negociando cuando sea necesario, o sosteniéndose implacable en los momentos clave.
Del Estado a la Revolución
Releamos este texto clave de El Estado y la revolución:
El Estado es producto y manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.10
El Estado es una máquina: su producto es la dominación de una clase sobre otra, pero sus condiciones materiales (su combustible) son las contradicciones de clase irreconciliables. No en vano nos hemos referido a cómo Lenin leyó a Hegel; y es que casi parece el calco de otro pasaje de éste referido por cierto a la inexistencia de un Estado sólido en la Norteamérica de su tiempo:
…pues un verdadero Estado y un verdadero gobierno solo se produce cuando ya existen diferencias de clase, cuando son grandes la riqueza y la pobreza y cuando se da una relación tal que una gran masa ya no puede satisfacer sus necesidades de la manera a que estaba acostumbrada11.
La elección del texto no resulta azarosa, porque Lenin anota a propósito del mismo en sus Cuadernos filosóficos, subrayado y con triple exclamación al margen que:
La inmigración en América elimina el “descontento”, y “se garantiza la continuación de la existencia del orden civil contemporáneo”… (pero este Zustand [orden] es “riqueza y pobreza”12
Para Hegel el Estado tal como lo describe no había surgido en esa Norteamérica –era innecesario– porque aún no habían diferencias de clase concentradas en un mismo espacio ni, por consiguiente, lucha de clases que hiciesen necesaria la intervención del Estado. Y es la colonización de nuevos territorios y la extensión de la población por toda Norteamérica (en definitiva, es el imperialismo) lo que dislocando, o lo que es lo mismo deslocalizando las diferencias de clase garantiza la estabilidad del orden; orden que como bien anota Lenin es riqueza y pobreza –pero escindidas, invisibles la una para la otra.
Para Lenin como para Hegel, el Estado surge cuando se manifiestan agudas contradicciones entre clases; para ambos, el Estado es la solución impuesta para hacerles frente. Pero bajo el aparente optimismo del texto hegeliano, en el que podríamos leer la tópica palabrería sobre el Estado como encarnación del Espíritu, se esconde el germen de la respuesta de Lenin: que dicha solución es la coacción de la gran masa insatisfecha. En efecto, no dice Hegel que el Estado vaya a satisfacer a esa gran masa, sino que el Estado surge al tiempo que dicha insatisfacción, por supuesto para sostener la diferencia entre la riqueza y la pobreza.
De hecho, la postura hegeliana de que el Estado es la solución de los conflictos de clase es superada, llevada un paso más adelante cuando Lenin plantea (posibilidad inimaginable para Hegel) que el Estado no pueda seguir amortiguando esa lucha de clases: es entonces cuando tiene lugar una revolución proletaria («cuando los “de abajo” no quieren y “los de arriba” no pueden seguir viviendo a la antigua»13). Únicamente cuando se acumula todo un sistema de contradicciones en el seno de una «crisis nacional general», cuando se da una contradicción fundamental entre dos condiciones (Trabajo y Capital) que a su vez son compuestas por un sinnúmero de contradicciones internas puede darse el paso de la revolución «a la orden del día», basada en la contradicción en general (la de las clases), a la «situación revolucionaria»; para activar la revolución es precisa una acumulación de circunstancias y corrientes «que puedan “fusionarse” en una unidad de ruptura»14.
Para concluir: Lenin en el siglo XXI
Lo primerísimo que tendríamos que aprender de Lenin fue su valentía por pensar, por pensar de nuevo desde cero ante la coyuntura –y por pensar siempre desde un sectarismo consecuente con una bien delimitada concepción de los intereses de clase. En una Europa en guerra, donde los chovinismos nacionales habían llevado incluso a que los partidos de la II Internacional se alineasen con sus propios gobiernos (como hizo con entusiasmo el SPD de Kautsky, llegando a votar a favor de los créditos militares), en un clima de confrontación nacionalista de la que al menos al comienzo no se libraron ni siquiera un Wittgenstein o un Freud, Lenin fue una de las pocas inteligencias que antepuso los intereses particulares de la clase obrera frente a los señuelos de «unidad» con los intereses de un capitalismo en guerra. Hasta el punto de atravesar media Europa en un vagón sellado para leer sus llamadas «tesis de abril», y sobre todo para defenderlas.
Pero en segundo lugar hay que añadir también la valentía leninista de autoborrarse: una vez más frente a la doxa habitual al respecto, lo cierto es que Lenin nunca intenta imponer en sus textos una doctrina cerrada, sino más bien nos invita a pensar en cada momento, a cada tiempo, la orientación de nuestra práctica teórica y de nuestra práctica política –algo que nos muestra con su propio ejemplo, con esa lectura de Marx que, tan a menudo, se rechaza por rígida o por ortodoxa ¡apelando justamente a una ortodoxia marxista, apelando a una lectura literal de Marx por la cual resolvemos que Lenin malinterpretó esto o aquello, o manipuló dudosamente las citas!
Estos dos elementos (pensamiento concreto de la coyuntura, y pensamiento antidogmático que apela a una constante innovación teórica), son quizás los que nos convienen para entender la posibilidad de apelar a un leninismo para el siglo XXI: un leninismo que no se define sólo por sus contenidos o su tradición teórica, sino por haberla interiorizado y estudiado con el detenimiento preciso como para haberse dado cuenta de que hay que continuarla en una coyuntura que ha cambiado.
Tristemente, Lenin ha sido leído exclusivamente (y con no poca demagogia) como teórico de la dictadura del proletariado, del Estado socialista. Tristemente, porque el concepto de socialismo ha quedado contaminado por el estalinismo. Y tristemente porque demasiado a menudo se ha olvidado el verdadero mensaje leninista. Recordemos esa frase suya sobre que
De la consolidación de tal o cual “matiz” puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa durante muchísimos años15
Por eso no es casual que Lenin apelase al cambio de nombre del POSDR por el de Partido Comunista: Lenin no es socialista sino comunista, y el socialismo es para él un medio para tal fin. Porque ya lo decía Marx en El dieciocho brumario (y para entender esta sentencia, hay que recordar que Marx no era un anarquista):
En su lucha contra la revolución, la república parlamentaria se vio finalmente obligada a reforzar con medidas represivas los medios y la centralización del poder gubernamental. Todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina en lugar de quebrarla. Los partidos, que pugnaban alternativamente por el poder, consideraban la toma de este monstruoso edificio estatal como el botín principal del vencedor.16
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