jueves, 6 de noviembre de 2008

¿Hoy es todavía ayer?

Página de Gonzalo Portocarrero
Cultura Política2008 10 1:51 am

Poder y legitimidad en la sociedad peruana

En su notable novela, El Pueblo sin Dios (1923), César Falcón, hace una radiografía precisa de la política provinciana. Ni siquiera la exclusión de las mayorías indígenas permite la ansiada estabilidad. Las oligarquías locales no logran consolidar una gobernabilidad sostenible porque el mundo de los señores está dividido. Pero, más allá de ello, sobre todo por la influencia de Lima pues de la capital emanan directivas que problematizan la fuerza y autonomía del gobierno local. Aunque de otro lado también lo soportan. El problema es de todo el Perú pues sucede que hay demasiados abogados y políticos. Y ellos solo pueden sobrevivir tratando de ocupar cargos públicos. Entonces tienen que hacer política; esto es, disociar a los de arriba y subvertir a los de abajo. La política es lo que impide sostener un gobierno de mano firme. Una dictadura que es la primera condición para el orden y el progreso.
Pero la única autoridad que se imagina es una basada en el terror y la rapiña contra los indios y, de otro lado, en la supresión de cualquier disenso entre los criollos y mestizos. Una autoridad que, en todo caso, reclama ser legítima por su eficiencia para mantener el orden y así traer el progreso. Suprimir la política, y dirigir la energía de la gente al trabajo productivo, esa sería la solución de fondo. El peligro es que los señores descontentos hagan alianza con los indios. Y ese peligro es tan real que el Perú es ingobernable.
Se pretende construir una autoridad basada en la violencia. Interesa poco que no sea legítima. En todo caso la gente tendrá que quedarse callada, comprendiendo que el orden y el progreso de la patria es lo importante. Pero no hay una promesa de inclusión, de extender la ciudadanía y los beneficios del progreso al conjunto del país. No se puede “redimir” a los indios. No hay un trasfondo nacional y democrático.
II
Hasta qué punto el Perú del 2008 es similar al del 1923. El cambio más importante es el triunfo de un liberalismo nacional. Hoy fuera impensable una autoridad que no pretendiera basarse en la representación popular y cuya misión primera no fuese la inclusión social, la generalización de la ciudadanía. Todas las fuerzas de izquierda han peleado por ello. Su lucha por la igualdad ha hecho al Perú menos injusto. Y hasta la propia derecha, los señores propietarios, han tenido que aceptar la idea de una república basada en una ciudadanía generalizada.
No obstante, el retrato de 1923 sigue siendo válido. La gobernabilidad es problemática, la exclusión permanece, la política es poco fecunda y mucha gente sigue clamando por la mano dura.
La otra cara del triunfo del liberalismo es la descomposición del feudalismo colonial. Del poder de los gamonales que, basado en el racismo y en el terror, crea resignación e impotencia. Pero de esta desintegración no ha emergido una nueva forma de autoridad. Entonces se odia al patrón pero no se funciona sino es en base a patrones. La servidumbre está herida de muerte pero apenas funciona el sistema democrático. En este encrucijada se rechaza cualquier autoridad de manera que el país es aún más ingobernable que en 1923. Esta es una de las razones de la tentación autoritaria hoy tan visible. Hoy cada quien clama por lo suyo sin que le importe las consecuencias de su acción sobre la colectividad. Carecemos –aún- de la capacidad de dialogar y de construir consensos. No llegamos a tener un norte común. Somos todavía “El Pueblo sin Dios”.

III

El subprefecto es el representante del gobierno en la provincia. Su fuerza es el cuerpo de gendarmes que el comanda: un teniente y una tropa pequeña. A él le toca defender el orden público. Sus interlocutores oficiales son el Juez, el Fiscal, el Alcalde y el “Cacique” del pueblo que es quien coordina la relación entre todos los señores. Interlocutores informales son el hacendado y el comerciante. Del subprefecto dependen los gobernadores del distrito. Ellos son indios representativos de sus pueblos y son responsables de cumplir sus órdenes.
El subprefecto usa la fuerza pública para extorsionar a los indios. A un gobernador le obliga a reclutar indios para trabajos forzados en la hacienda del próspero agricultor italiano. Ese que vino sin nada pero que, gracias a su perseverancia, es ahora el hacendado más próspero de la provincia. Luego envía a la fuerza pública para que el comerciante pueda cobrar las imprecisas e infladas deudas de los indios. También manda a los policías a destruir la imprenta donde se publicaba el diario de oposición. Finalmente cuando se trata de encontrar al culpable del asesinato del comerciante, tortura a un indio hasta que se confiesa responsable. Pero cuando el teniente lo libera a cambio de dos libras de oro, apresa a cualquier otro y lo envía como el asesino para ser juzgado en la capital.
Pero el sub-prefecto solo grita y se enfurece, no golpea a los indios. Quien lo hace son el teniente y los gendarmes. El nombramiento desde Lima y la obediencia que le debe la fuerza pública son la base de la autoridad del subprefecto. Los indios no se rebelan abiertamente pese al abuso sistemático de los principales. Cualquier indio puede recibir una orden de un señor y debe cumplirla. Si es golpeado sin razón debe callar. Pero la resistencia existe. Se expresa primero en gestos de contenida rabia. Y luego en el asesinato del comerciante usurero. Y, además, en el lado de los señores resulta que el fiscal no quiere entrar en los juegos del poder local. Y hay, por último, un cacique en desgracia que publica un periódico que representa una amenaza a la oligarquía local.
El sub-prefecto recibe ingresos del comerciante y del hacendado. En cierto sentido alquila los servicios de la fuerza pública. Y los policías se quedan con últimos despojos del saqueo que se hace de los indios. Para los señores los indios son animales. Brutos y pétreos. Insensibles.
El subprefecto no es el del lugar, ha nacido en el Sur. Hacia el final de la novela, fija su posición política en un memorable discurso. Se trata de un reclamo de orden y progreso basado en la eliminación de la política y de la libertad de opinión y de pensamiento. La política es el terreno donde la gente medra a costa de crear desorden. Está poblada de abogados y periodistas que no permiten gobernar. El país no puede avanzar por la falta de orden. Y el desorden nace –sobre todo- en Lima donde pululan los abogados y los políticos. El país saldría adelante gracias a un tirano que se rodeara de empresarios e ingenieros. Lo que se necesita es huevos, un hombre de verdad que ponga en vereda a todos los maricones. Pero el subprefecto es consciente de que no las tienes todas consigo, que su proyecto no tiene la viabilidad que desea. Faltan huevos y sobran maricones. “Después de todo yo soy partidario del protectorado yanqui… Nosotros hemos probado que no somos capaces de gobernarnos… ¿No es mejor que nos gobierne una nación fuerte y rica? … créalo Ud… Yo sería de los primeros en someterme.”
Lo más extraordinario del discurso es la ausencia radical de los indios. El Perú comprende sólo a criollos y mestizos. Pero aún así resulta incapaz de auto gobierno. Y los responsables son los que no dejan que se cumpla la eliminación de la política. Lo ideal es que todo se dedicaran a trabajar, sea por las buenas o por las malas. Pero la situación está podrida pues la política lo infecta todo. El orden reclamado traería el engrandecimiento del país. Pero quien así habla es un político, un delegado del gobierno central que es en ese momento un gobierno fuerte, no en vano lo ha nombrado subprefecto. Pero nada garantiza su continuidad. Cualquier cosa puede pasar. En todo caso el subprefecto es el político que quiere eliminar el “exceso” de política. Es decir, la oposición. Y los indios resultan tan poca cosa que ni siquiera se les puede ver como una amenaza. En este punto se equivoca el subprefecto pues hay evidentes signos de rebelión. En todo caso, la autoridad se respalda en la fuerza y en la obvia superioridad de los señores sobre los indios. El discurso del subprefecto pretende ser patriótico y progresista pero es ante todo dictatorial y racista. Además es un discurso hecho a la medida de sus intereses personales. A su amparo podría seguir medrando de la complicidad con el comerciante y el hacendado siendo su función la de aplastar a los indios.

3 Comments »
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Excelente informacion y muy buenos apuntes sobre la herencia de nuestra politica. Exitos!!!

Comment by Luis — 2008 10 @ 10:08 pm

Es interesante y desalentador comprobar que todavía en nuestras interrelaciones políticas se evidencian rasgos significativos de aquella epoca,1923.
Presumo que “Pueblo sin Dios”, es una expresión referida al manejo inadecuado del poder centrado en el verticalismo existente en los que ejercían el poder, el subprefecto y los interlocutores formales e informales como algo común en tantas provincias del interior del Perú de aquel entonces.
Que dirán l@s jóvenes de hoy de las generaciones anteriores cuando ven la realidad actual del siglo XXI, y no comprenden los pocos cambios y muchas permanencias autoritarias y corruptas respecto a las primeras décadas del s. XX.
Que vergüenza, que habiendo pasado tanto tiempo, los líderes o dirigentes de avanzada, ya sean burgueses o de tendencia más popular no hayan modificado esos manejos de poder tan injustos y las prácticas nada democráticas que generaban resignación e impotencia entre los sectores más excluídos.
Llama la atención cuando mencionas el rol de las “fuerzas de izquierda en la lucha por la igualdad”. Surge la pregunta ¿…y donde están ahora… sean mimetizado, han desaparecido o están renovándose…? Este artículo da para mucho más. Lo importante es que genera un dilema en nuestras mentes para pensar en que hacer hoy por hoy, desde nuestros “lugares actuales”, tal vez, construir las bases que permitan una convivencia más saludable en el interior de los pueblos contando para ello, con sus auténticos representantes bien formados, y así, poco a poco, se eliminaríab los factores que impiden una auténtica gobernabilidad
Objetivo logrado… Nos has hecho meditar…

Comment by AnaTeresa — 2008 10 @ 4:00 am

Cuando se menciona el rol de las “fuerzas de izquierda en la lucha por la igualdad” viene a la mente lo que estamos viviendo en la política actual con la participación de un izquierdista en el premierato… ¿Que sucederá? Contará con el apoyo leal de los apristas? ¿y los rojos colaborarán con sus propuestas? ¿la incertidumbre creada podrá ser manejada de modo oportuno? Creo que bastará con la confianza que inspira su desempeño en la gestión regional. Ojalá que se rodee de gente responsable y honesta. ¡Qué tenga suerte!!!.

Comment by .. — 2008 10 @ 3:56 am

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