domingo, 4 de enero de 2009

Rv: [SOCIALISMO PERUANO AMAUTA] Fwd: para la reflexión



--- El dom, 4/1/09, SOCIALISMO PERUANO AMAUTA <luismiguel1952@gmail.com> escribió:
De: SOCIALISMO PERUANO AMAUTA <luismiguel1952@gmail.com>
Asunto: [SOCIALISMO PERUANO AMAUTA] Fwd: para la reflexión
Para: luismiguel1952@yahoo.es
Fecha: domingo, 4 enero, 2009 12:07

---------- Forwarded message ----------
From: Ricardo Melgar <melgarr@gmail.com>
Date: 04-ene-2009 9:14
Subject: para la reflexión
To:

"La clase obrera ya no es el sujeto político de la izquierda"
La cuestión. ¿De qué hablamos cuando hablamos de izquierda en los
actuales gobiernos de la región?
La respuesta / La Nueva Izquierda
El subtítulo del libro es "Triunfos y derrotas de los gobiernos de
Argentina, Brasil, Bolivia, Venezuela, Chile, Uruguay y Ecuador", que
centra bastante el tema al que se aboca José Natanson, periodista y
politólogo argentino. Esas dos carreras se cruzan en el libro, donde
al análisis sigue el cuadro de situación y después las entrevistas a
políticos y analistas de la región. La nueva izquierda (Debate, 2008,
370 pesos) pasea por los gobiernos de Lula, los Kirchner, Morales,
Lagos y Bachelet, Correa y, claro, Tabaré Vázquez que parece gozar de
cierta simpatía del autor. Hay explicaciones buenas sobre el momento
que vive la región.
En un contexto dominado por los desastres de Irak y Afganistán y por
la amenaza de Irán, la verdad es que el viejo patio trasero lucía
relativamente tranquilo. Estados Unidos decidió concentrarse en México
y Centroamérica, que integran su área, y quitó su atención de
Sudamérica, donde su presencia, sin desaparecer del todo se tornó
menos directa, más suave. Y esto, como explica Teodoro Petkoff,
habilitó un espacio de autonomía que antes no existía y creó una
condición de posibilidad clave para el ascenso de la nueva izquierda.
Este primer dato, esencial para entender el origen de los gobiernos
regionales, ayuda también a explicar algunas de sus características.
La primera, la más evidente, es que ya no hay por delante un horizonte
revolucionario, el norte que durante años guió los destinos de la
izquierda y que era, en definitiva, un legado de la Revolución
Francesa, de su fe en el curso lineal de la historia y el progreso
indetenible hasta alcanzar un mundo dorado. Antes también existían,
por supuesto, partidos de izquierda moderada, pero incluso ellos
debían lidiar con el debate revolución o reforma, y hasta los más
cautos tenían que enfrentar las acusaciones de que en el fondo su
camino conducía hacia la Roma soviética. El comunismo pesaba sobre sus
espaldas como una mochila de plomo y los obligaba a responder a las
acusaciones de los más radicales -"capitalistas", "pequeños
burgueses", "tibios"- y las sospechas de la derecha -"comunistas
encubiertos"-. Hoy, en el marco de una izquierda posrevolucionaria,
sólo un lunático podría acusar a Tabaré Vázquez o a Michelle Bachelet
de esconder un plan totalitario, e incluso allí donde el fantasma del
comunismo mantiene cierta vigencia, las denuncias lucen extemporáneas:
la idea de que Chávez quiere imponer una dictadura roja es bastante
absurda, pues su proyecto es mucho más complejo y contradictorio que
la imposición del partido único o la simple estatización de los medios
de producción.
Esto ha generado un saludable cambio de horizontes. Cuando la utopía
revolucionaria estaba viva, la izquierda dedicaba mucho tiempo y
esfuerzo a debatir a largo plazo, casi siempre sin ponerse de acuerdo:
si dictadura del proletariado sí o no, si gobierno de los soviets o
del pueblo, si emancipación planetaria o revolución nacional. Esas
diferencias, que a la larga se revelarían completamente inútiles,
funcionaban, como explica el politólogo portugués Boaventura de Sousa
Santos, como dogmatismos bloqueadores que complicaban la construcción
política concreta. Hoy, en cambio, el largo plazo es difuso.
Cualquiera de los líderes que protagonizan esta historia, de Lula a
Evo Morales, coincidirá en sintetizar sus planes en un par de nociones
más bien abstractas: equidad, desarrollo, inclusión social. Las
diferencias no están en el largo, sino en el corto plazo, lo cual no
está nada mal, pues se trata de debatir qué medidas concretas y
urgentes -por ejemplo, ¿naionalizaciones sí o no?- son más adecuadas
para alcanzar esos objetivos. Y eso implica reorientar la energía a la
resolución de problemas prácticos, le ha inyectado a la nueva
izquierda interesantes dotes de flexibilidad, evidenciadas en la
decisión de adaptarse a las circunstancias de cada país (en lugar de
intentar que el país se adapte al master plan revolucionario) y en el
tono reformista y pragmático que ha alcanzado, en el hecho de que aun
lo más radicales avancen por caminos sinuosos que excluyen los desvíos
al todo o nada.
(...)Y esto a menudo supone también un cambio de protagonistas. Si
hasta 1989 el sujeto político de la izquierda era, al menos en teoría,
la clase obrera, hoy las cosas son diferentes: las transformaciones en
el mundo del trabajo, el aumento de la informalidad laboral y el
debilitamiento de los sindicatos han hecho que en muchos países, como
en Bolivia o Ecuador, la nueva izquierda se apoye más en los
movimientos sociales que en los obreros organizados, y que en otros
lugares, como Argentina o Brasil, su base electoral combine los
clásicos sindicatos con los trabajadores informales, los excluidos
urbanos, campesinos. La izquierda no puede ya descansar en el mero
respaldo de los trabajadores organizados, sencillamente porque hoy no
alcanzan para ganar una elección en prácticamente ningún país
sudamericano.
Mi Hijo el "dotor"
"Convertido en sinónimo de ascenso social y en arquetipo perfecto de
"Mi hijo el dotor", (Tabaré) Vázquez explotó su prestigio de médico
para teñir de cierto tono clínico sus discursos -decía, por ejemplo,
que Uruguay tenía que ser la enzima que catalizara la economía
regional- y para construir una relación más directa con el electorado"

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