MANDATO HISTORICO
Se acabó la discusión: 24 horas después de la conferencia de prensa en que el PPC
mostró su desesperación, la propia candidata a la alcaldía, Lourdes
Flores, ha reconocido lo que ya se sabía desde antes de la infeliz orgía
del odio pepecista: Susana Villarán es la alcaldesa de Lima, elegida por la voluntad ciudadana.
El suspenso quedó atrás. Ahora viene lo más serio. El gobierno de una ciudad que es casi un país, con casi nueve millones de habitantes y miles de problemas urbanos y edilicios.
Hizo bien la señora Villarán al evocar ayer la gestión de Alfonso Barrantes, quien supo imprimir un sello social inconfundible –vaso de leche, pistas en los pueblos jóvenes-, y lo hizo sin descuidar la administración de la metrópoli como unidad múltiple, diversa y dispersa.
Los sectores que asumen el gobierno edil en enero próximo tienen ante sí una tarea monumental. El caos vehicular, la contaminación ambiental, los programas sociales, la salud colectiva y la Educación requieren orientación democrática y capacidad de gobierno.
En el mundo de hoy, los municipios han asumido un papel decisivo en la marcha de los países. El presupuesto participativo, novedad introducida en Brasil por un alcalde de izquierda, desempeña papel creciente no sólo para la preparación de obras, sino también como vigilancia en la ejecución.
Cada vez resulta más claro que construir un puente o crear un parque necesita de la opinión y la decisión de quienes serán afectados o favorecidos por esas construcciones. El conflicto surgido entre la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el concejo Metropolitano es aleccionador.
La Victoria de Fuerza Social en Lima plantea interrogantes políticas. Los sectores partidarios que participen en el gobierno Metropolitano deberían poner cada cosa en su sitio: la municipalidad de Lima será una prueba de fuego en cuanto a su capacidad de administrar y resolver problemas, y de no sujetarse a rigideces dogmáticas.
La Victoria de Susana Villarán y de su joven partido, así como de sus compañeros de campaña, tiene componentes que merecen reflexión y análisis. Uno es decisivo: el anhelo de cambio, frente a la política de exclusión, corrupción e injusticia puesta en práctica por el régimen de Alan García y sus compañeros del neoliberalismo, PPC y Lourdes Flores incluidos. Ese es el elemento central. Otro factor es lo que llamo la fatiga de los metales, es decir, de los partidos tradicionales de derecha e izquierda.
La discusión sobre alianzas, frentes y confluencias con miras a las elecciones de 2011 es cuestión aparte, que no debe obstruir ni empañar las tareas municipales metropolitanas.
Entretanto, Lima es una fiesta. La mayoría de ciudadanos de la capital que decidió la elección, sobre todo de los sectores populares, tiene razón para alegrarse de esta victoria, que es una victoria de la democracia.
El suspenso quedó atrás. Ahora viene lo más serio. El gobierno de una ciudad que es casi un país, con casi nueve millones de habitantes y miles de problemas urbanos y edilicios.
Hizo bien la señora Villarán al evocar ayer la gestión de Alfonso Barrantes, quien supo imprimir un sello social inconfundible –vaso de leche, pistas en los pueblos jóvenes-, y lo hizo sin descuidar la administración de la metrópoli como unidad múltiple, diversa y dispersa.
Los sectores que asumen el gobierno edil en enero próximo tienen ante sí una tarea monumental. El caos vehicular, la contaminación ambiental, los programas sociales, la salud colectiva y la Educación requieren orientación democrática y capacidad de gobierno.
En el mundo de hoy, los municipios han asumido un papel decisivo en la marcha de los países. El presupuesto participativo, novedad introducida en Brasil por un alcalde de izquierda, desempeña papel creciente no sólo para la preparación de obras, sino también como vigilancia en la ejecución.
Cada vez resulta más claro que construir un puente o crear un parque necesita de la opinión y la decisión de quienes serán afectados o favorecidos por esas construcciones. El conflicto surgido entre la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el concejo Metropolitano es aleccionador.
La Victoria de Fuerza Social en Lima plantea interrogantes políticas. Los sectores partidarios que participen en el gobierno Metropolitano deberían poner cada cosa en su sitio: la municipalidad de Lima será una prueba de fuego en cuanto a su capacidad de administrar y resolver problemas, y de no sujetarse a rigideces dogmáticas.
La Victoria de Susana Villarán y de su joven partido, así como de sus compañeros de campaña, tiene componentes que merecen reflexión y análisis. Uno es decisivo: el anhelo de cambio, frente a la política de exclusión, corrupción e injusticia puesta en práctica por el régimen de Alan García y sus compañeros del neoliberalismo, PPC y Lourdes Flores incluidos. Ese es el elemento central. Otro factor es lo que llamo la fatiga de los metales, es decir, de los partidos tradicionales de derecha e izquierda.
La discusión sobre alianzas, frentes y confluencias con miras a las elecciones de 2011 es cuestión aparte, que no debe obstruir ni empañar las tareas municipales metropolitanas.
Entretanto, Lima es una fiesta. La mayoría de ciudadanos de la capital que decidió la elección, sobre todo de los sectores populares, tiene razón para alegrarse de esta victoria, que es una victoria de la democracia.
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