Escribe: Dante Castro
Susana
Villarán es el nuevo fenómeno en la escena electoral. A punto de perder
las elecciones por un supuesto empate urdido por la estrategia
delincuencial de la derecha, sigue siendo el referente de miles de
votantes anticorrupción, antineoliberales y de oposición al gobierno de
García. Aunque no sea de izquierda revolucionaria y trace sus distancias
con ésta, reconocemos que más allá de sus limitaciones ha podido
encarnar el voto de la oposición. El fraude se asoma y requiere ser
contestado con la movilización espontánea de sus votantes. Pero estos
apremios de última hora nos obligan a reflexionar sobre
responsabilidades e improvisaciones, para que no se repitan.
La
improvisación de Fuerza Social ha sido evidente: no hubo un
reclutamiento eficaz de personeros ni listas de candidatos a distritos.
Hombres y mujeres de buena voluntad se han inscrito como personeros,
contra el reloj y contra el calendario, para defender los votos de
Susana Villarán. La derecha, en todas sus denominaciones, se tomó en
serio cerrar filas contra una candidata de centro-izquierda. El aparato
del PPC ha sido impresionante, sumándole la colaboración voluntaria de
los demás aparatos de campaña derechistas.
Notemos
una vez más que la plaza fuerte es Lima, donde se concentra más de un
tercio de la votación nacional. Si alguien como Ollanta Humala se
apresta a competir en los comicios presidenciales del 2011, debía tener
una estrategia para las elecciones municipales en Lima. Pero el Partido
Nacionalista sólo conoce una operación aritmética en la Capital del
Perú: restar. Las dudas existenciales sobre una factible alianza con la
izquierda, no son tales: Los empresarios que respaldan al nacionalismo,
antagonizan con quienes pueden exigir derechos laborales para quienes
trabajan en sus empresas. Entonces se imponen por su capacidad de
financiamiento y exteriorizando sus prejuicios: “con Diez Canseco no”,
“con Patria Roja no”, “con el SUTEP no”, etc. Si se trata de no
“quemarse”, entonces aceptan que la derecha les imponga condiciones de
participación.
Para
la izquierda, incluso en épocas esplendorosas de unidad, no ha existido
el Callao. Un centro de masas con gran caudal de proletarios nunca ha
merecido su atención. La derecha ha gobernado en el primer puerto sin
oposición y ahora se ha reelegido. En el Callao funcionan FENTENAPU, la
CGTP, Construcción Civil, SUTEP, etc. Pero nunca se ha intentado
promover una candidatura de fuerza que represente a los asentamientos
humanos ni a los gremios realmente existentes.
La
izquierda tiene que cuestionar la vigencia de una legislación electoral
heredada del fujimontesinismo. Nos referimos a ese cuerpo legislativo
que garantiza la continuidad absolutista y exclusiva de los grandes
partidos tradicionales, manejados por lobbies que han hecho de la
política su mejor empresa y de los que hacen política para garantizar
sus empresas.
La
izquierda tiene que tomar más en serio la campaña por una nueva
constitución y lanzarse con audacia a proponer una nueva democracia,
directa y popular, que sea alternativa a esta seudo-democracia
representativa que ya no funciona. Hasta hoy sólo es una consigna que se
queda en lirismo puro.
Pero
para todo eso, hace falta que exista una izquierda. Frente a la
arremetida anticomunista y antilaboral del neoliberalismo, los partidos
de izquierda se han encerrado en su vida interna y en torno a los
líderes de siempre, sin ningún afán de renovación. Aparentemente hay un
abandono del terreno principal de lucha, que es el laboral. La mayor
cantidad de la PEA está en condiciones de sobrevivencia, con contratos
temporales y subempleo, sin gozar de los derechos mínimos que exige la
OIT. El proletariado ha llegado a un grado de invisibilidad sin
precedentes y la única labor que preocupa a los partidos es la
electoral.
La
participación electoral de la izquierda, siempre ha sido un resultado
de su crecimiento en los estratos populares. Por lo tanto, no son las
elecciones su principal tarea. Los partidos de izquierda tienen que
destinar su mayor capacidad de movilización y sus cuadros a labores
no-electorales, de organización gremial y acción directa de masas.
Reflexionemos. Todavía estamos ante la oportunidad de enmendar errores y conquistar el porvenir.
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