---------- Mensaje reenviado ----------
De: Colectivo Perú Integral <cperuintegral@gmail.com>
Fecha: 19 de agosto de 2016, 7:11
Asunto: Imperios, ayer y hoy HIROSHIMA Y NAGASAKI
Para:
De: Colectivo Perú Integral <cperuintegral@gmail.com>
Fecha: 19 de agosto de 2016, 7:11
Asunto: Imperios, ayer y hoy HIROSHIMA Y NAGASAKI
Para:
Imperios, ayer y  hoy
HIROSHIMA Y NAGASAKI
Agosto: aniversario de las bombas  atómicas en Japón
Aún seguimos esperando las disculpas
Olvidar es repetir
Inscripción en la entrada del Museo del Horror de Auschwitz
Todos los imperios son detestables. Todos, absolutamente todos por  igual. Lo son no sólo porque impongan a los dominados su cultura, su modo de  vida, su cosmovisión, porque los expolien económicamente, porque los degraden  en términos humanos. Son detestables, además, porque basan su dominio en la  fuerza bruta. En ese sentido ningún imperio se diferencia de otro. Su mensaje  es violento, y la violencia engendra más violencia: círculo vicioso del que es  muy difícil salir.
¿Es Estados Unidos más malvado que el Imperio Romano? ¿O que la  Confederación Inca en su expansión por medio continente sudamericano? ¿Quiénes  fueron más despiadados: el católico reino de España en su conquista de América  o las hordas de Gengis Khan en Asia Central? En definitiva, ¿no estaban  alentados por similar ansia de poder los faraones egipcios que la "raza  superior" de los nazis? Entramos al tercer milenio de ¿civilización? y la  fuerza bruta sigue siendo la que marca la diferencia entre los pueblos. En ese  sentido: ¡el tamaño sí importa! Continúa imponiendo las condiciones, igual que  en la época de las cavernas, el que detenta el garrote más grande. Lo patético  es que hoy ese garrote se llama energía nuclear, y con eso estamos eternamente  ante un barril de pólvora, siempre listos para la catástrofe atómica que puede  extinguir a la Humanidad en su conjunto y toda forma de vida sobre la faz del  planeta.
La diferencia con el imperio actual radica únicamente –lo cual no es  poco– en las características de su poderío. El poder destructivo que acumuló la  sociedad estadounidense no tiene parangón en la historia. Como todo imperio  seguramente también caerá. Pero por ahora, aunque va perdiendo el dinamismo de  décadas pasadas, no. Al contrario, como gigante malherido, está dispuesto a  tornarse cada vez más violento, a defender cada vez en forma más brutal sus  privilegios. Por lo pronto, su capacidad bélica es desmedida: la mitad de los  gastos militares del mundo se hacen ahí. Un 25% de su economía está dedicada a  la industria de guerra, y si bien terminó formalmente la Guerra Fría, la agresividad  belicista no termina.
Para dejar en claro que no cederían un milímetro en su creciente dominio  planetario, la dirigencia de este país hizo algo que ninguna otra sociedad se  ha atrevido a hacer hasta ahora: usar armas nucleares contra población civil no  combatiente.
Llenándose la boca con altisonantes palabras como  "democracia", "libertad", "derechos humanos", su  agresividad no tiene comparación. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial  son, sin ningún lugar a dudas, la súper potencia capitalista; en modo alguno  era necesaria la carnicería de Hiroshima y Nagasaki para evidenciar su poder.  Pero el poder es así: impune.
Vencida ya la Alemania nazi y a punto de capitular el gobierno de Japón,  la suerte de esa gran contienda que enfrentó prácticamente a toda la humanidad  ya estaba sellada para agosto de 1945. Arrojar armamento nuclear no cambiaba en  nada la resolución militar. Fue, en todo caso, una amenaza. Tal como hoy día lo  es, en buena medida, la híper militarización del mundo. La paz no se construye  de esa manera: los misiles nucleares de Corea del Norte son "malos".  ¿Los de Washington son "buenos"?
"Aquí mandamos nosotros, y eso no se discute". Ese, solo ese,  fue el mensaje que enviaron las dos explosiones atómicas. Una advertencia al  mundo: a las otras potencias capitalistas, y al incipiente campo socialista.
Pero el mundo ya no es el mismo. Hoy día Estados Unidos no tiene el  monopolio nuclear. El mundo cambia, y aunque el campo socialista ha sufrido  últimamente duros reveses, la reacción de las grandes masas humanas que siguen  viviendo con penurias no ha terminado. La historia la escriben los que ganan;  en este caso, sobre los hongos nucleares que costaron miles de vidas. Pero la  historia no ha terminado.
¿Pedirán perdón alguna vez los dirigentes estadounidenses por esa  inmoral masacre cometida en Japón en 1945? Es lo mínimo que se podría esperar  de un país civilizado.
de: Martín Guedez  martinguedez@gmail.com [nuestramerica] <nuestramerica@yahoogrupos.com
responder a: nuestramerica@yahoogrupos.com.
fecha: 8 de agosto  de 2016, 6:09
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COLECTIVO  PERÚ INTEGRAL
19 de  agosto 2016

 
 
 
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