PERU. ESCUADRONES DE LA   MUERTE
Por Gustavo Espinoza M .   (*)
Denuncias procedentes del   interior de las instituciones policiales, han reavivado un debate que    tiene cierta data entre los peruanos: la existencia de Escuadrones de la   Muerte, que adquirieron connotación especial en las  dos últimas   décadas  del siglo pasado, el periodo que se conoce aquí como   "los años de la violencia".
En verdad,  esos   grupos que practicaron el terrorismo de Estado bajo el amparado de instituciones   castrenses o policiales, existieron desde antes, y obraron impunemente bajo el   manto protector de la clase dominante. Algunas veces, actuaron de manera   abierta, y otras, embozada, encubriendo sus crímenes bajo otra denominación;   pero por lo regular con un mismo propósito: eliminar a personas que las   autoridades   consideraban algo así como "indeseables" para su   administración.
Tuvieron, por eso,    durante muchos años, una clara connotación política y se mimetizaron en   destacamentos similares existentes en  otros países de América Latina: la   MANO, de Guatemala; o los Comandos Caza Comunistas, de Brasil;  o la Triple   A, de Argentina; y más recientemente las "Auto defensas Armadas",  de   Colombia; fueron un paradigma de estas estructuras cuyas prácticas se   inscribieron en el marco de la "guerra sucia" desatada contra los   pueblos, por los regímenes neo nazis de nuestro continente.
En todos los casos, estos   grupos operaron a la sombra del Poder -político, o económico- y pocas veces por   su "cuenta y riesgo". Y es que requirieron siempre no sólo de una "carta   blanca" que les asegure impunidad; sino también de un conjunto de   facilidades materiales para el eficaz cumplimiento de  su   "tarea".
En los años del primer   gobierno aprista -1985-1990- asomaron núcleos de ese corte, como "Haya   vive", o el Comando "Manuel Santana Chiri". El más importante, y   efectivo, de la época, fue, sin duda, el Comando Rodrigo Franco, al que   investigamos y denunciamos desde la Cámara de Diputados, sin lograr resultados   prácticos. No obstante, el caso de esa estructura terrorista sigue aún abierto   en los tribunales peruanos.
Con la investigación de   las actividades del CRF se pudo comprobar la existencia de un Comando Para   Militar encargado de eliminar a potenciales adversarios del régimen, y que contó   con todo el apoyo posible del Estado.
En su cúpula, actuaron   –según todas las evidencias- los jefes de las instituciones policiales más   calificadas, desde la Guardia Civil hasta la Guardia Republicana, pasando por   entidades "especializadas en la lucha contra el terrorismo", como la DIRCOTE.   Ellos contaron con la asesoría permanente de militares en servicio activo, los   mismos que les proporcionaron armas de guerra, vehículos, centros de reclusión,   y hasta la preparación "técnica" requerida para sus acciones. 
Nada de eso pudo ser   desmentido ni despejado por la administración del Presidente García. Este,   acorralado en su momento por las denuncias públicas referidas al CRF, se vio   precisado a reconocerlo. El 12 de noviembre de 1989, entrevistado por    Gerard Thomas, corresponsal de "Paris Liberation",  respondió así a   la pregunta en torno a la existencia de ese destacamento asesino: "No   puedo negarlo… y es muy triste. Si había una cosa de la cual estaba orgulloso,   era que había defendido la libertad escrupulosamente… aún así, el edificio se   derrumba".  Y añadió que esto sucede porque "miembros del   Partidos del Gobierno, están tomando la justicia por sus manos"   .
Esos "miembros de Partido   del Gobierno", eran sus colaboradores más inmediatos y tenían en sus   manos los resortes del Poder. Desde el Ministerio de Interior y las altas   esferas de las instituciones armadas, operaban a la sombra de su autoridad. Y   siempre contaron con absoluto impunidad. Ninguno de ellos fue nunca   individualmente investigado, privado de su libertad o sentenciado. Sin    embargo, se les adjudicaron alrededor de 30 operativos criminales, fundadamente   comprobados.
Por eso, hay que darle la   razón al reelecto congresista aprista Javier Velasquez Quesquén, cuando   asegura –aludiendo al Comando de Aniquilamiento recientemente denunciado- que   "un grupo así, jamás podría existir al margen de la estructura del Poder".   El, lo sabe a ciencia cierta, porque así fue como ocurrió con el CRF,   que ellos protegieron y cautelaron. Habla de lo que sabe. 
En los años de lo que se   dio en llamar "la década dantesca" –el régimen fujimorista- opero también   un Comando de Aniquilamiento extremadamente perverso: el Grupo Colina.   Sus acciones más horrendas se registraron en Barrios Altos y La Universidad   Nacional de Educación de "Las Cantuta", pero también en el Norte Chico, en el   valle del Santa y  en Huancayo. Próximamente se abrirá por fin el caso de   Mariela Barreto Riofano, quien fuera integrante de este cuerpo y   resultara brutalmente descuartizada por sus integrantes, que sospecharon de   presuntas "infidencias" suyas, que les pusieron en evidencia.
Como se recuerda, el   grupo "Colina" fue descubierto y denunciado por periodistas y parlamentarios de   la oposición, aún a riesgo de sus vidas.  Ellos lograron, finalmente,   sentarlos en el banquillo de los acusados. Ante la barbarie de sus acciones,   fueron sometidos a un  "proceso penal" amañado que les dictó leves   sentencias. Una "amnistía" pretendió poner punto final a esa historia,   que aun tiene una secuela dolorosa.
Y es que ni ellos -los   autores materiales de los hechos siniestros- ni los que los instruyeron para   actuar así, han revelado sus acciones. Se han negado hasta hoy a dar cuenta del   paradero de sus "desaparecidos", o del lugar en el que se hallan las tumbas de   sus asesinados. Y, por supuesto, jamás han revelado la red de horror que hizo   posible sus crímenes.
Por eso, la sociedad   peruana es ahora muy sensible a denuncias de este tipo. Un "Comando de   Aniquilamiento", o un "Escuadrón de la Muerte" -como se le llame- no   puede existir en nuestro país, ni puede orientarse a exterminar ni a   contestatarios políticos del régimen de turno, ni a delincuentes comunes en   busca de la  "justicia por mano propia".
Esto último se ha "puesto   en boga". Ante la ola de inseguridad registrada en la capital y otras ciudades,   ha cobrado fuerza la idea de permitir que los efectivos policiales hagan    uso de sus armas de reglamento para aniquilar a supuestos delincuentes. Como se   han establecido "promociones" y "recompensas" por acciones de esa   índole, ha crecido la idea de que "está bien", que hay que "matar a   delincuentes" porque ellos constituyen "un peligro social". Un poco,   lo que en Colombia se llamó "acabar con los desechables"
Se ha buscado, de ese   modo, generalizar lo que los organismos especializados llaman las   "ejecuciones extra judiciales", es decir, los crímenes sin ley. La pena   de muerte en funciones.
Resulta extremadamente   peligroso dar "carta blanca"  a esa política que constituye una modalidad   de crimen organizado. Nadie puede ser sentenciado -mucho menos privado de la   vida- sin  juicio previo.  Y nadie tiene derecho a ejercer la   "justicia" por su cuenta.
Cuando hay denuncias, e   indicios razonables que sitúan hechos y aluden a personas, y que permiten   establecer vínculos en las más altas instancias del Poder, hay que deslindar,   investigar y sancionar. El crimen, no paga. En todas las circunstancias y   tiempos,  los escuadrones de la muerte tienen que ser derrotados.   (fin)
(*) Colectivo de   Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.p
 
 
 
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